La visita del Gran Cowboy pasó tan rápido que casi ni da tiempo de opinar sobre ella.
Pero bueno aquí está la versión de Sumercé sobre una visita oficial al país de la
Seguridad Democrática
Pero bueno aquí está la versión de Sumercé sobre una visita oficial al país de la
Seguridad Democrática
Muda quedó Sumercé con la tan esperada visita del Coloso del Norte. Ya recuperada de las emociones que le produjo, aquí va su visión del emocionante suceso que sacudió a la Finca. Sí, queridos, de la “Jinca”, porque ya ni siquiera “Hacienda” se le puede llamar a este pedazo de tierra. Además, después de ver al Patrón en su papel de Capataz ante el auténtico Patrón del Norte, pues hasta pena da llamar Hacienda a lo que seguramente en poco tiempo será nombrado como el South Ranch del Patrón del Norte.
Durante las horitas que pasó el gran Jefe en la finca Sumercé pensó resto de cosas. Primero se indignó cuando vio a los elegantes cadetes de La Fuerza Aérea Colombiana, FAC que no FARC, sometidos a una requisa que nada tenía que envidiarle a la bienvenida que dan a los colombianitos que viajan a la tierra del Pato Donald. Par de mancancanes, tipo Boogie en blanco y negro, les examinaron las armas por arriba y por abajo, los pusieron manos arriba para inspeccionarlos con el detector de metales y, ¡mejor dicho, les dejaron bien clarito que ellos de guardia pocón y de honor, ni por las curvas! Ahí los que mandaban eran los cara de Boggies del Patrón.
Durante las horitas que pasó el gran Jefe en la finca Sumercé pensó resto de cosas. Primero se indignó cuando vio a los elegantes cadetes de La Fuerza Aérea Colombiana, FAC que no FARC, sometidos a una requisa que nada tenía que envidiarle a la bienvenida que dan a los colombianitos que viajan a la tierra del Pato Donald. Par de mancancanes, tipo Boogie en blanco y negro, les examinaron las armas por arriba y por abajo, los pusieron manos arriba para inspeccionarlos con el detector de metales y, ¡mejor dicho, les dejaron bien clarito que ellos de guardia pocón y de honor, ni por las curvas! Ahí los que mandaban eran los cara de Boggies del Patrón.
Sumercé sintió lástima por los cadetes, sus uniformes bien planchados, los guantes blancos impecables y el orgullo con que debieron decir a sus familiares: estén pendientes de verme en televisión porque soy de los escogidos para hacer parte de la guardia de honor que recibirá al Gran Gran Jefe. Sintió lástima y vergüenza de que el mundo entero (entre ellos la mamá que debió planchar el uniforme y blanquear los guantes) los viera convertidos en lo que somos la mayoría de colombianos para estos Boogies: delincuentes en potencia.
Una vez comprobado que los soldaditos, pese a ser colombianos, no eran narco-fascinero-terroristas de las FARC, sino miembros de la FAC, don Bush y doña Laura saludaron desde las escalerillas del avión y comenzó la carrera. A mil saludaron al Canciller, a mil los embutieron en la super recontra blindada limosina y a mil, como sólo en los sueños podemos realizarlo los nativos, fueron trasladados desde el aeropuerto a la Casa Grande del Rancho. Nada de caminadita por aquí, de limosina entrando por la puerta principal, nada de eso, cuando menos pensamos Bush y comitiva en lugar de entrar, salieron por la puerta principal de la casa Grande en compañía del Capataz de la finca. Honores para el verdadero, el auténtico Patrón, y carrerita pa meterse en la Casa Grande de nuevo.
Había que ver la cara del genial inventor de guerras para exportar democracia a punta de muertos, a la hora de avanzar hacia la Casa Grande: ceño fruncido, pasos largos y una miradita, con la que no dejaba duda de que se sentía el más valiente de los gringos. En lugar de avanzar por el corazón de la hacienda, custodiado por miles de Boogies, debía sentirse el Gringo Grande atravesando en solitario el Magdalena Medio.
Hey, you, you are the most brave man of the world, debió decirse señalando con el dedo índice la figura que le devolvía el espejo del baño, cuando contó con unos minutos de soledad en el baño y pudo reconocerse como el hombre más valiente del mundo. Porque valor sí se necesitaba pa venir a este rancho. Ni a él le mete el cuento el capataz de que ¡Bendito sea mi Dios, el éxito de la seguridad democrática permite que usted Patrón venga tranquilo, a este su rancho!
Una cosa dicen las palabras, como las que sin descanso repitió nuestro Capataz a la hora de la tal rueda de prensa que él convirtió en discurso político, y otra muy distinta expresan las actitudes de los invitados, que en este caso demostraron, como diría un amiguito bugueño de Sumercé, que estaban cagaus del susto y lo mejor que podían hacer, tal cual hicieron, era pisarse de la Jinca rapidito, no fuera a pasar que los cogiera la noche y con ella, la inseguridad democrática.
1 comentario:
Muy bueno el artículo acerca de la visita de don Buchecito sumercé.
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