¡Bendito sea mi Dios! —como diría nuestro bienamado Patrón—, y la selección Colombia de fútbol perdió con todas las de la ley en su enfrentamiento contra la selección de Paraguay. ¡Bendito, bendito sea mi Dios!, porque si hubiera ganado el jolgorio en la jinca sería de tal magnitud que, a esta hora, muy pocos recordarían que ayer mismo nos enteramos de la siniestra muerte de 11 colombianos.
Aquí vamos, con un esplendoroso 0 de la selección Colombia, versus un pavoroso 11 de la patria y… no pasa, no pasará nada. ¿Qué son 11 muertos en cautiverio, cinco años de secuestro, para un pueblo dispuesto a olvidar en segundos la tragedia del país por cuenta de un gol? Qué vergüenza con los familiares de los diputados quienes, si les va bien, luego de cinco años de un sufrimiento indescriptible deberán resignarse a recibir como premio por su lucha, su persistencia, los restos de sus seres queridos.
Sumercé está hasta la coronilla de oír y leer que si el Patrón, las FARC, hacen o no hacen; tienen voluntad o no la tienen. ¡NO LA TIENEN! y punto. Tanto para el uno como para los otros la vida de los colombianos secuestrados, cautivos, retenidos (como quieran denominarlo) importa menos que nada. Al paso que vamos la historia de realizar un Intercambio Humanitario terminará extinguiéndose por simple sustracción de materia. Pero eso sí la soberbia de ambos proclamará dentro y fuera de la paaaaatria, que resultaron ganadores en una contienda sobre la que la mayoría de los colombianos se hicieron los pendejos.
Eso es lo peor de esta historia. La indolencia de un pueblo incapaz de solidarizarse con quienes padecen el secuestro. ¿Cómo es posible, se pregunta Sumercé, que las calles de todas las ciudades de Colombia no estén inundadas de ciudadanos dolidos, aterrados, que exigen a quienes tienen en sus manos la libertad de los secuestrados, su inmediato regreso? ¿Dónde están los colombianos que consideran el secuestro un horror? ¿Dónde están los colombianos que no soportan la idea, que son incapaces de dormir, comer, sin pensar que a esa misma hora cientos de colombianos se pudren en las selvas de la paaaaatria? ¿Dónde…?
Seguramente pendientes de ver en su televisor “el partido definitivo para la selección”. Eso es lo verdaderamente importante. Así lo demuestran los raitings televisivos y la bendita indolencia de los programas radiales que, una vez confirman la muerte de 11 colombianos sacrificados en una guerra, como todas las guerras, absurda, ponen músiquita, hablan de Paris Hilton y siguen igual que antes de conocer la noticia: dándole tratamiento de informe ligth a un conflicto que pone miles de muertos al año.
Ahora sí sacan notas sobre los 11 diputados muertos, sus familias, sus pruebas de supervivencia, enredadas en noticias superficiales, claro está, pero las emiten. ¿Y por qué no lo hicieron antes? ¿Por qué no lo hacen con TODOS LOS SECUESTRADOS, todos los días? Los colombianos debemos vivir, sin olvidar ni por un segundo la inhumana condición que padecen los secuestrados y sus familias. Si no lo hacemos, si no tomamos conciencia de que su situación es un asunto de todos los colombianos y que es un deber humano exigir un Acuerdo Humanitario inmediato, corremos el riesgo de que este drama concluya con un marcador que habrá de acecharnos por siempre: La Patria 42.888.592 , Colombia 0.
Bogotá, Junio 29 de 2007
Aquí vamos, con un esplendoroso 0 de la selección Colombia, versus un pavoroso 11 de la patria y… no pasa, no pasará nada. ¿Qué son 11 muertos en cautiverio, cinco años de secuestro, para un pueblo dispuesto a olvidar en segundos la tragedia del país por cuenta de un gol? Qué vergüenza con los familiares de los diputados quienes, si les va bien, luego de cinco años de un sufrimiento indescriptible deberán resignarse a recibir como premio por su lucha, su persistencia, los restos de sus seres queridos.
Sumercé está hasta la coronilla de oír y leer que si el Patrón, las FARC, hacen o no hacen; tienen voluntad o no la tienen. ¡NO LA TIENEN! y punto. Tanto para el uno como para los otros la vida de los colombianos secuestrados, cautivos, retenidos (como quieran denominarlo) importa menos que nada. Al paso que vamos la historia de realizar un Intercambio Humanitario terminará extinguiéndose por simple sustracción de materia. Pero eso sí la soberbia de ambos proclamará dentro y fuera de la paaaaatria, que resultaron ganadores en una contienda sobre la que la mayoría de los colombianos se hicieron los pendejos.
Eso es lo peor de esta historia. La indolencia de un pueblo incapaz de solidarizarse con quienes padecen el secuestro. ¿Cómo es posible, se pregunta Sumercé, que las calles de todas las ciudades de Colombia no estén inundadas de ciudadanos dolidos, aterrados, que exigen a quienes tienen en sus manos la libertad de los secuestrados, su inmediato regreso? ¿Dónde están los colombianos que consideran el secuestro un horror? ¿Dónde están los colombianos que no soportan la idea, que son incapaces de dormir, comer, sin pensar que a esa misma hora cientos de colombianos se pudren en las selvas de la paaaaatria? ¿Dónde…?
Seguramente pendientes de ver en su televisor “el partido definitivo para la selección”. Eso es lo verdaderamente importante. Así lo demuestran los raitings televisivos y la bendita indolencia de los programas radiales que, una vez confirman la muerte de 11 colombianos sacrificados en una guerra, como todas las guerras, absurda, ponen músiquita, hablan de Paris Hilton y siguen igual que antes de conocer la noticia: dándole tratamiento de informe ligth a un conflicto que pone miles de muertos al año.
Ahora sí sacan notas sobre los 11 diputados muertos, sus familias, sus pruebas de supervivencia, enredadas en noticias superficiales, claro está, pero las emiten. ¿Y por qué no lo hicieron antes? ¿Por qué no lo hacen con TODOS LOS SECUESTRADOS, todos los días? Los colombianos debemos vivir, sin olvidar ni por un segundo la inhumana condición que padecen los secuestrados y sus familias. Si no lo hacemos, si no tomamos conciencia de que su situación es un asunto de todos los colombianos y que es un deber humano exigir un Acuerdo Humanitario inmediato, corremos el riesgo de que este drama concluya con un marcador que habrá de acecharnos por siempre: La Patria 42.888.592 , Colombia 0.
Bogotá, Junio 29 de 2007
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