jueves, mayo 27, 2010

NO ME GUSTA MOCKUS

Gracias a los millones de seguidores que tienen Mockus y su combo,
Sumercé descubrió que, contrario a lo que le hicieron creer durante 8 años,
los que apostamos por un país decente
somos más de lo que registraban las encuestas
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Es la verdad, no me gusta ni cinco Mockus, como político se entiende. Quizá si pudiera comprender algo de lo que dice cuando da declaraciones las cosas serían distintas, pero ¡como no le entiendo nada!, todo sigue igual: no me gusta.

Jamás acepté sus disculpas por renunciar a la alcaldía de Bogotá, más que por abandonar el cargo, porque dejó la alcaldía (horror de horrores en esa época y en esta), ¡para ser fórmula vicepresidencial de Noemí! Haber incumplido su compromiso con quienes lo eligieron como alcalde para irse detrás de las faldas de la risueña Noemí, con el ánimo de ser su vicepresidente, permite deducir fácilmente de qué tipo de persona hablamos.

No me gusta, está claro. Pero sí me gusta que a muchos electores les guste Mockus. Ese gustico, que nada tiene que ver con “el gustico” al que se refería nuestro Patrón, tiene un significado muy importante en un país donde, según las encuestas, más del 70% vivía feliz, dichoso, no se cambiaba por nadie con la presidencia del señor Álvaro. Con esta intención manifiesta de seguir a Mockus es claro que las cosas no son como se suponía que eran o como nos querían hacer creer que eran.

A la gente le gusta Mockus porque ve en él una opción de cambio en la conducción del gobierno. Cree en la transparencia y la legalidad que predica. Necesita saber que el próximo gobierno se empeñará en erradicar la corrupción. Está jarta con una guerra que dizque se terminó hace como 7 años y medio, pero que no acaba nunca; aborrece el cuento de que “en un año no quedará ni una mata de coca en el país”; le sabe a cacho la mentirita de que los cientos, miles, de semáforo-dependientes no son desplazados sino migrantes que tienen como hobby hacerse pasar por desplazados para recibir un mercado y un colchón. En síntesis, porque considera que Mockus es lo opuesto a la actual administración. Y ahí es donde viene lo importante: la mayoría no está contenta con la forma en que el gobierno de turno ha manejado el país. Quieren lo legal, lo honesto, lo decente.

Ese es el pedacito que le encanta a Sumercé. Gracias a los millones de seguidores que tienen Mockus y su combo, Sumercé descubrió que, contrario a lo que le hicieron creer durante 8 años, los que apostamos por un país decente somos más de lo que registraban las encuestas.

Es preocupante, piensa Sumercé, que Mockus no vaya a ser el “señor de los cambios” con el que sueñan sus seguidores. Dice Sumercé, y ojalá se equivoque, que en muchos aspectos de su gobierno Mockus mantendrá una línea continuista que puede ir un poco más lejos de lo que sus votantes quisieran. Eso le produce cosquilleo a Sumercé. Pero lo soporta porque está segura de dos asuntos fundamentales: Mockus es un hombre decente y el hecho de que la mayoría de colombianos opten por elegir a Mockus y su equipo para gobernarlos, es una señal de cambio para el país. Es el regreso, por parte de los electores, a la senda de la ética que se había extraviado.

Cada voto por Mockus será un voto de rechazo a la trampita, la avivatada y la picardía que durante décadas han gobernado a este infortunado país.

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